8/23/2005

¡Consumidores del mundo: uníos!

Hace más de 20 años el mundo estaba dividido en: primer mundo compuesto por los países desarrollados, segundo mundo, compuesto por los países socialistas y tercer mundo, formado por todos los que no se encontraban en la primera categoría, incluso se hablaba del cuarto mundo que en su mayoría eran países de África en condiciones de hambruna.

En el siglo XXI el paradigma ha cambiado, si bien las condiciones que determinaban la clasificación de un país no han desaparecido. Las aspiraciones de sus habitantes si lo han hecho.
La lucha de clases ha terminado, ahora la identidad de una persona se define cada vez menos por su pertenencia a una clase social. Ahora la identidad se define por el tipo y aspiraciones de consumo. Por lo tanto el mundo en el siglo XXI se divide entre consumidores de primera, consumidores de segunda y no consumidores.

Los consumidores de primera son personas que consumen productos de calidad, además tienen a su disposición información que les permite comparar entre distintos productos. Los consumidores de primera viven en sociedades en donde existen mecanismos para evitar que los intereses de las empresas se contrapongan a los intereses del consumidor. En el mundo de este tipo de consumidores la cultura empresarial mantiene hace que las compañías desarrollen mecanismos de constante retroalimentación para atender las necesidades de los compradores.

En cambio los consumidores de segunda, regularmente no tienen
información completa de los productos, en la sociedad en la que viven no hay mecanismos eficaces para exigir que se respeten sus intereses. El consumidor de segunda no recibe explicaciones de ninguna clase, las empresas no acostumbran a la retroalimentación y transparencia.

Por último existe el mundo de los no consumidores del que las empresas y los gobiernos del mundo prácticamente no se ocupan. Reciben atención solo cuando se organiza algún concierto a su favor o cuando son foco de algún grupo terrorista.

Para entender que lugar ocupa México en el mundo debemos determinar que clase de consumidores somos los mexicanos.

Primero hay que saber que tanta información tenemos los consumidores acerca de los productos y servicios. En este aspecto nos encontramos a medio camino entre ser consumidores de primera y consumidores de segunda. La razón es que a pesar de que sí hay organismos encargados de proveernos de información, como la Profeco, la Condusef, entre otras estas no son totalmente eficaces. Ya sea por desconocimiento o por que nos son accesibles a todos, muchas veces no se aprovecha este tipo de herramientas. Además no todas respetan las normas que les exigen proveer de información a los consumidores.

Intente usted por ejemplo obtener información adecuada para adquirir el financiamiento para un coche. A no ser por las tablas de la Condusef, tratar de obtener información fidedigna del vendedor, no solo puede resultar inútil, si no incluso riesgoso, porqué en el afán de vender pueden mentirnos.

Se podría optar por leer las letras pequeñas de los contratos, aunque en realidad requeriríamos de tener muchos conocimientos jurídicos pero sobre todo mucho tiempo.

En cuanto al criterio relacionado con los mecanismos para proteger los intereses de los consumidores me parece que en nuestro país nos encontramos muy cercanos a los consumidores de segunda clase y es que si bien hay ciertos mecanismos para protegernos estos todavía son muy marginales.

En este aspecto también funciona la Profeco y otros organismos, sin embargo, su capacidad es muy limitada por su tamaño y por el volumen de quejas y denuncias que tienen que atender.

Por último en el aspecto que se refiere a la cultura de las empresas para recibir retroalimentación y transparentar su comunicación, creo que en ese rubro nos encontramos decididamente en el área de los consumidores de segunda.

En ese aspecto las empresas mexicanas creen que la única retroalimentación se deriva de las ventas. Incluso las empresas trasnacionales en México disminuyen sus parámetros de transparencia y comunicación.

Por ejemplo: si las autoridades en Estados Unidos emiten un fallo en cuanto a los riesgos de una medicina o un coche. En ese país la compañía inmediatamente realiza una conferencia de prensa o emite un comunicado en donde anuncia las acciones a tomar con respecto al problema. La misma compañía en México guarda silencio, quizás tome medidas al respecto pero el público en general normalmente no se entera.

México es uno de los 10 países más importantes en términos de mercado y de consumo. Nuestra dimensión nos hace más grandes que todos los países escandinavos. Somos mucho más grandes en mercado potencial que Corea del Sur y que España, sin embargo, nos comportamos como si nuestro país fuera de segunda y no hay otra razón más que nosotros mismos.

México debe avanzar en su cultura de consumo, a nivel personal, a nivel de las empresas y de las instituciones. El avance en todas estas áreas puede ser detonado sí a nivel personal presionamos para que nos traten como consumidores de primera. El camino es largo pero valdría la pena empezar a recorrerlo.