El Chavo del 8 ha sido uno de los mayores éxitos de la televisión mexicana. En América Latina se convirtió en una referencia para una generación de adultos y de niños. El éxito del Chavo tiene que ver mucho con la veracidad. En el México de la década del setenta y las dictaduras de Argentina y Chile entre algunas otras, la pobreza no aparecía en la televisión de manera regular porque podía ser interpretada como una crítica a la clase gobernante. Quizás por eso es que el Chavo del 8 tuvo tanto éxito al presentar a un niño huérfano con hambre persitente, junto a un niño que lo tiene todo y a una niña cuyo padre no puede pagar la renta y vive instalado en el desempleo. Que mejor descripción de las sociedades latinoamericanas. Todas estas situaciones no tenían cabida en los noticieros, no existían en el discurso oficial.
El principal activo del Chavo del 8 es y fue la veracidad por eso no resulta extraño que en estos tiempos la serie de televisión haya vuelto ha tener éxito, aunque claro, las circunstancias ahora soy muy diferentes que hace 30 años.
El principal activo de cualquier negocio debe ser la veracidad, se puede hacer la mejor campaña de mercadotecnia pero si el producto no cumple con lo que promete no durará mucho en el mercado.
En el área de negocios en donde la veracidad adquiere mayor importancia es en los medios masivos de comunicación, pero en muchos casos al menos en México es en donde menos existe.
El problema es grave por que los medios de comunicación en tiempos como los que vive nuestro país tienen una gran responsabilidad al canalizar y reflejar el sentir de la sociedad al mismo tiempo que la influyen. Las afirmaciones de un líder de opinión pueden influir más que los sucesos en sí mismos.
Lo anterior no necesariamente es malo siempre y cuando el líder de opinión y el medio sean veraces. Por veracidad no quiero decir objetividad que según algunas escuelas de periodismo no existe, quizás lo más cercano es la imparcialidad que implica tratar de presentar todos los lados de una historia.
La veracidad va más allá de la presentación de los hechos, implica mantener una coherencia y una línea. Por ejemplo, hay líderes de opinión de los que sabemos que esperar, hacen públicas sus simpatías y sus fobias y se mantienen en ellas, cuando uno los escucha o los lee o los ve sabe a que atenerse. Ellos no engañan a nadie expresan su posturas con claridad.
El problema en los medios y en muchos negocios es cuando se borra la línea entre la rentabilidad y la veracidad, cuando se pretende hacer periodismo a la medida y se borra la línea entre los anunciantes y los contenidos, cuando se distorsiona el producto por criterios arbitrarios. Es inevitable que haya intereses y que estos influyan pero debe existir mucha atención para evitar perder la credibilidad y veracidad.
En el mundo de los negocios la veracidad es esencial para desarrollar una larga vida para la empresa. Si un taller mecánico por ejemplo, engaña a sus clientes para obtener de manera circunstancial más ingresos, seguramente tendrá solamente clientes de ocasión y probablemente sus dueños constantemente se quejen de lo mal que va el negocio. Pero en cambio si el taller mecánico cumple, seguramente atraerá a muchos clientes porque en un área como la de los talleres mecánicos, la credibilidad es uno de los activos más escasos. Por eso es que para tener un negocio exitoso hay que seguir el ejemplo del Chavo del 8 y mantener la veracidad entre lo que ofrecemos y lo que realmente damos.
12/02/2005
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