12/19/2005

La OMC y las falacias.

Seguramente usted habrá escuchado o leído acerca de la reunión ministerial de la Organización Mundial del Comercio que se celebró en Hong Kong. La Organización Mundial del Comercio agrupa a la mayoría de los países en el mundo y busca organizar, impulsar y regular el libre comercio a nivel mundial.
La reunión celebrada la semana pasada en Hong Kong pretendía llegar a un entendimiento entre los países del grupo de los veinte (G20) encabezados por Brasil, India, China entre otros y por otro lado las economías más desarrolladas como los Estados Unidos, la Unión Europea y Japón.
El principal desacuerdo entre el G20 y los países desarrollados gira entorno a los subsidios agrícolas que no es otra cosa que ayudas que los gobiernos de los países desarrollados otorgan a sus agricultores.
La primera falacia y el lugar común en torno a las discusiones se refiere a la inconsistencia de los países desarrollados al empujar una agenda de libre comercio al tiempo que protegen a sus agricultores distorsionando el mercado mundial al comercializar sus productos con precios artificialmente bajos.
La razón por la cual dichos países mantienen la protección hacia sus agricultores tiene mucho que ver con los costos políticos que no están dispuestos ha asumir la clase gobernante de esos países. Esta es la crítica más común que usted encontrará en los medios masivos de comunicación.
Gracias a la tecnología se puede profundizar más en el sitio de la Cumbre Ministerial, se puede tener acceso a los discursos de los delegados participantes, se pueden leer las impresiones de Pascal Lamy director general de la Organización Mundial del Comercio.
Uno de los discursos que llamó mi atención fue el del delegado español que reconoció la necesidad de eliminar los subsidios y las distorsiones del mercado agrícola mundial. No obstante, también apuntó acerca de la necesidad de que los países en vías de desarrollo deben también centrarse en el comercio de bienes industriales y servicios. Si bien se pudiera pensar que es una forma de dispensarse de la poca voluntad europea, España tiene razón en cuanto a que la discusión debería superar la fase de blancos y negros.
Los países en vías de desarrollo deben presionar dicha agenda al tiempo que se avocan ha desarrollar sus negocios y empresas de servicios.
España es un buen ejemplo de ello, a la muerte de Franco y durante el gobierno de transición, España era el país más atrasado de Europa, muchos de sus índices coincidían con los de los países de América Latina. Poco tiempo después durante el gobierno de Felipe Gonzáles la península desarrollo el turismo que le ayudó a generar fuertes ingresos e impulsar otras áreas de la economía. Además de la ayuda por pertenecer a la Unión Europea España ha experimentado un fuerte crecimiento en los último años lo que la ha impulsado sus índices de desarrollo.
Por otra parte si bien es importante eliminar las incoherencias de la promoción del libre comercio, la eliminación de los subsidios agrícolas no es la panacea para los países más pobres. En un editorial del New York Times, Tim Hardford aborda un aspecto fundamental del que no se habla mucho. Imaginemos por un momento que la reunión de la OMC hubiera sido todo un éxito y que la Unión Europea, Estados Unidos y Japón además de la ayuda prometida acordaran eliminar de tajo los subsidios agrícolas.
Aun así gran parte de los países no podrían aprovechar los mercados porque cuentan con barreras internas burocráticas. Por ejemplo en la India un agricultor que quiera exportar té a Europa tendría que reunir 20 firmas en diez documentos burocráticos. En Brasil la situación no es muy distinta.
En las discusiones y foros para el desarrollo hay que ir más allá de la filantropía y hay desarrollar una mirada crítica hacia adentro y hacia afuera.

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